Un jardín tan ameno donde
hace tanto tiempo se complace el Esposo Divino de las almas puras, no podía
menos de ofrecer flores perfumadas con el más delicado aroma de las virtudes
claustrales.
“El convento de Pamplona se gloría de haber albergado desde la más tierna edad hasta los 12 o 14 años a la Venerable Madre Sor María Gertrudis Teresa de Santa Inés (Religiosa del convento de Santa Inés de Bogotá), la cual floreció en eminente santidad. Nació en 1668. El nombre de María le fue impuesta por petición de su tía materna la Reverenda Madre Sor Elvira de la Concepción, religiosa del monasterio de Clarisas de Pamplona.
En los siete años de su primera edad, sus padres la enviaban todos los días al Monasterio donde recibía múltiples cariños y cuidados de todas las religiosas, porque en esa época se permitía que entraran las niñas a la clausura. Cuando cumplió los 7 años, como ya no podía entrar y salir de la clausura, se quedó interna en el convento en compañía de su hermana Ángela, mayor de ella".

Dignas de mención igualmente
son las religiosas Sor Julia de Jesús Sacramentado
y Sor Ana Josefa de Jesús María, hermanas carnales. La primera descolló en todas las virtudes,
sobre todo en la obediencia y soportó con ejemplaridad muchas dolencias
físicas. Su hermana tuvo el privilegio de profesar antes de terminar el
noviciado y a los pocos días entregó su cándido espíritu al Señor. Muchas
otras religiosas han descollado en la práctica de las virtudes, cuyos nombres
ciertamente estarán escritos en el libro de la vida.
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